Estas semanas en las que el sistema educativo de nuestro país está pasando (de nuevo) por varios cambios estructurales y legales, vuelvo a dar gracias por haber encontrado el Yoga en mi camino.
Y diréis que qué tendrá que ver una cosa con la otra... pues más de lo que imagináis.
Estamos viviendo en una sociedad de continuas contradicciones. Por un lado, la sociedad es más competitiva en todos los sentidos pero resulta que, en un entorno en el que sería lógico valorar más el trabajo y el esfuerzo por ser los mejores en esa competición, se facilita todo lo contrario. En una sociedad en la que cada vez más se estudia la importancia de la personalización, se tiende a meternos a todos en un mismo saco sin dejar que reluzcan nuestras fortalezas individuales.
El esfuerzo y talento no se premia sino que casi se castiga y se tiende a minusvalorar el trabajo duro y constante que conlleva sin duda éxito (de cualquier tipo). Se tiende a igualarnos por lo bajo, no buscando la excelencia sino la mediocridad.
El constante esfuerzo por aparentar hacia el exterior que nos venden (en general) las redes sociales y la sociedad en general, se topa con la mayor necesidad de búsqueda de estabilidad emocional y asistencia a consultas psicológicas.
Vivimos empachados, de todo. Todo va deprisa y en cambio vamos de modernos buscando el slow Life del pueblo, cuando todo eso empieza en tu casa.
La falta de coherencia se adueña de esta sociedad.
Y aquí aparece el Yoga. Una disciplina que como siempre digo, te quita las tontunas y pone todo en su sitio. Pero claro, para que suceda eso, tienes que tener paciencia, disciplina, entusiasmo, ganas, compromiso.
En el Yoga se premia la dedicación y el esfuerzo. Pero no te lo premia nadie, ni nadie lo va a valorar, te lo premias y valoras tú. Porque solo tú sabes lo que te ha costado ponerte ese día en la esterilla cuando la pereza estaba acechando. Porque solo tú sabes que no te has escaqueado flexionándo menos la rodilla porque es que tira mucho... porque solo tú sabes que si te has escaqueado pues vale, a nadie le importa porque son tus piernas y tu columna la que entonces no se ha beneficiado de lo que ese Asana te venía a ofrecer.
El Yoga busca la excelencia, tu excelencia. Y cuando haces algo para mejorar, mejora tu vida, mejora tu entorno. Y todos en nuestras circunstancias, fortalezas y flaquezas podemos mejorar.
El Yoga es lento, muy lento. Esto no va de lo que ves en los vinyasas, esto va de lo que no ves en ellos. De lo que cada día estás construyendo. Con la convicción de que no vas a ningún lado. Que ya has llegado. Que no hay fin. Que solo es aprender para mejorar y disfrutar. Y eso te aporta una estabilidad mental para discernir entre lo que te conviene y lo que no.
El Yoga no se hace para los de fuera. Lo practicas tú para tí. Que el Yoga no es esa foto que compartimos porque es bonita (y también te gusta compartir tus logros) pero no te confundas, porque nadie ve lo que está detrás de la foto. Cada gesto, cada logro, cada milímetro estirado, cada respiración en calma. Y te vuelve a quitar las tontunas cuando estás tú y tu esterilla y la respiración y nadie más aunque tengas compañeros a tu lado.
El Yoga te aporta unos principios filosóficos, de vida y éticos que te hacen mejor persona, que te hacen disfrutar más de la vida.
El Yoga no te va a regalar nada porque todo lo que ganes va a ser con tu esfuerzo, dedicación y compromiso. Solo con eso.
Y ahora, vuelvo a dar gracias porque teniendo esta herramienta tan poderosa puedo enseñar en casa que el esfuerzo en esta vida es necesario, que la vida hay que vivirla dando lo mejor de uno mismo y no contentándose con la mediocridad y el hacer lo justo porque con eso no avanzamos ni mejoramos en nada...
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